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Capítulo 2: La ética pública como forma de modernidad

Salvador Giner argumenta que la modernidad, al abandonar los modelos absolutos de moralidad religiosa, no cae en un vacío ético, sino que desplaza la moralidad hacia el terreno público: la ética cívica y el compromiso ciudadano.

Esta ética no surge de una autoridad divina, sino del contrato moral entre iguales, donde la convivencia democrática se convierte en valor en sí misma. En esta urdimbre, la ciudadanía se redefine no solo como estatus legal, sino como responsabilidad moral activa frente a la comunidad.

La moral moderna, entonces, ya no es únicamente privada o doméstica, sino institucionalizada en derechos humanos, deberes sociales, políticas públicas y educación. Giner llama a este fenómeno eticismo moderno: la progresiva institucionalización de la moral en estructuras políticas.

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